Detrás de las tensiones en la economía y la geopolítica mundiales subyacen conflictos que van desde aspectos muy materiales, como el control de la energía o de las materias primas estratégicas, hasta otros de alta tecnología, como la pugna por los chips más avanzados. Las políticas industriales y tecnológicas de las principales potencias son cada vez más crudas y no eluden conflictos.
JOan Tugores Ques. Catedrático de Economía de la Universidad de Barcelona.
MADONNA TENÍA RAZÓN: IT’S MATERIAL WORLD
Una de las canciones más conocidas de Madonna, que data de 1984, incluye una estrofa acerca de las consecuencias de estar viviendo en un mundo material (“material world”). Y aunque en las últimas décadas se ha venido insistiendo sobre todo en los avances de tecnologías cada vez más sofisticadas y en la ampliación de las actividades y los servicios suministrados online –algo que la pandemia contribuyó a difundir y a acelerar–, también se ha hecho patente en los últimos tiempos que la “base material” de los procesos productivos –los requerimientos de energía, minerales, metales y alimentos– está viendo revalorizado su papel.
La invasión de Ucrania ha puesto crudamente al desnudo las vulnerabilidades energéticas de Europa
La invasión de Ucrania ha puesto crudamente al desnudo las vulnerabilidades energéticas de Europa, al tiempo que las apuestas por “tecnologías verdes” han ido evidenciando el papel central de acceder y controlar commodities entre las que se incluyen el litio, el cobalto o el níquel. Los razonables objetivos medioambientales de la UE tienen el “efecto colateral” de aumentar estas dependencias, lo que requiere un atento seguimiento. Desde hace algún tiempo, la UE publica su “lista de materiales estratégicos” y analiza de dónde se obtienen y en qué medida las famosas interdependencias de la globalización se pueden acabar convirtiendo en una peligrosa (sobre)dependencia. En el marco de las acrecentadas tensiones geopolíticas recientes, adquieren especial relevancia las referidas a productos procedentes de Rusia y China (en el Recuadro 1 se resumen algunos datos básicos). Los economistas y políticos tienen que estudiar química y geología: las “tierras raras” (los “lantánidos” de la tabla periódica de elementos que los de mi generación teníamos en la pared de las clases de bachillerato, pero que eran tan exóticos que nunca se explicaban) devienen esenciales para muy diversas actividades, pero su producción está muy concentrada en una China que no duda en utilizarlos como herramienta de negociación.
MOORE TENÍA RAZÓN: EL PODER EXPONENCIAL DE LOS MICROCHIPS
En 1965 uno de los fundadores de Intel, Gordon Moore, enunció la regularidad empírica conocida como “ley de Moore”, según la cual cada año se duplicaba el número de transistores en un microprocesador, con los subsiguientes avances en prestaciones y velocidad. Más allá de discusiones sobre si era un año o dos, o si se mantenía vigente esa “ley”, el avance espectacular de las prestaciones de los microchips se ha convertido en una herramienta fundamental para estar en la frontera de los avances tecnológicos. La escasez y el encarecimiento de los microchips tras la pandemia –y los “cuellos de botella” que se originaron– nos evidenció que se habían convertido en elementos insustituibles para una amplísima gama de productos de uso generalizado. Y su papel es todavía más crítico para poder contar con las últimas generaciones de productos relevantes para los sectores tecnológicos más avanzados, de usos industriales, civiles y militares.
La escasez y el encarecimiento de los microchips tras la pandemia -y los «cuellos de botella» que se originaron- nos evidenciaron que se habían convertido en elementos insustituibles para una amplísima gama de productos de uso generalizado
La compleja cadena de valor de la fabricación de microchips tiene nodos importantes en países como Estados Unidos, Taiwán, Corea del Sur, Países Bajos o China, pero, hoy por hoy Estados Unidos y sus aliados tienen una posición (todavía) delantera en los más sofisticados. Mantener esta posición y dificultar –y si es posible, bloquear– los avances de China en esa carrera se han convertido en un elemento esencial de la confrontación entre Occidente y los países emergentes, en la pugna por el liderazgo tecnológico entre Estados Unidos y China. Desde 2022 esas fricciones se han recrudecido con medidas occidentales que incluyen la Chips and Science Act del país norteamericano y las medidas adoptadas en octubre pasado para dificultar la venta a China de las generaciones más avanzadas de semiconductores. Una vez más, Europa llega tarde, con una propuesta reciente para duplicar (del 10 al 20%) su papel en la producción mundial de chips, reduciendo otra fuente de vulnerabilidades, pero sin jugar (aparte de una empresa holandesa) en “primera división” de esta liga. En resumen, Moore tenía razón respecto al papel exponencial de los avances, lo que redobla la importancia estratégica de estar –y mantenerse– al frente.
LA TRAMPA DE TUCÍDIDES VUELVE A ESTAR AHÍ
Los planteamientos de las principales potencias son cada vez más crudamente explícitos respecto a las tensiones comentadas en los párrafos anteriores. Está volviendo, si es que alguna vez se fue del todo, un neomercantilismo en el que las proclamas acerca de las ventajas y la confianza en los mercados abiertos quedan en retórica. Vuelve el protagonismo de las políticas industriales y tecnológicas nacionales cada vez más sofisticadas, con cada vez más evidentes implicaciones proteccionistas (añádase, si se desea, el prefijo “neo” a casi todos los términos utilizados).
Está volviendo, si es que alguna vez se fue del todo, un neomercantilismo en el que las proclamas acerca de las ventajas y la confianza en los mercados abiertos quedan en retórico
La Ley de Estados Unidos presentada como de “reducción de la inflación” contiene importantes medidas de subvenciones y apoyos para que “se queden en casa” (o “vengan a casa”) producciones de artículos y componentes de especial relevancia, incluidos los tan de moda vehículos eléctricos. En marzo de 2023 era noticia el interés de la alemana Volkswagen para ubicar parte de su nueva actividad en Estados Unidos para beneficiarse de esas medidas. Parece que la respuesta de la UE anunciada a principios de 2023 en forma de la “dimensión industrial” del Pacto Verde Europeo (Green Deal) era de efectividad más limitada. Por su parte, China ya había planteado desde 2015 su “Made in China 2025”, con el que se avanzaba bastantes años a los planteamientos occidentales recientes. Estas agresivas medidas se pueden interpretar en términos de una confrontación, una “guerra” comercial, industrial y tecnológica que está adquiriendo en los últimos tiempos –en el marco enrarecido geopolíticamente por la invasión de Ucrania y sus derivadas– una belicosidad que algunos encajan con la “trampa de Tucídides”, según la cual muy a menudo en la Historia las pugnas por la hegemonía económica y política se acaban sustanciando por la vía militar, precedida por otras vertientes de tensiones.
¿Y AHORA QUÉ?
En resumen: Madonna tenía razón al recordarnos que este sigue siendo un “mundo material” pese a los avances de las sofisticaciones “virtuales”, entre otras razones porque las tecnologías más elaboradas requieren más y más elementos materiales cuya posesión y control devienen activos estratégicos. Los especialistas en “datos” insisten en que estos son el “nuevo oro”, pero otros reservan ese calificativo para el litio o similares. Moore tenía razón al explicitar la forma exponencial de mejorar en la capacidad de procesar información, funciones, datos, etc., que conduce, en la práctica, a que las posiciones de cabeza marcan diferencias abismales con los siguientes niveles, generando incentivos de los líderes a hacer todo lo necesario para mantener su hegemonía y a los aspirantes al liderazgo a no reparar ni en gastos ni en estrategias para crear las nuevas fronteras. Y la gran cuestión que todo ello abre es si también acabará teniendo razón Tucídides respecto a que esos climas de confrontación suelen acabar sustanciándose por la vía bélica. ¿Podemos ser optimistas respecto a que la Humanidad ha aprendido las lecciones de la Historia y será capaz de evitar volver a caer en la trampa de Tucídides, o por el contrario son ya demasiado evidentes los síntomas de que estamos cerca de volver a tropezar, por enésima vez, con la misma piedra?