A finales de agosto el emblemático simposio de Jackson Hole examinó los cambios estructurales en la economía global, tratando de evaluar hasta qué punto dinámicas recientes están abriendo escenarios más nuevos y complejos, y cómo debemos revisar lo que creíamos saber.
Juan Tugores Ques. Catedrático de Economía de la Universidad de Barcelona.
SOBRE POLÍTICAS MONETARIAS
Desde hace décadas, el último fin de semana de agosto tiene lugar en Jackson Hole (Wyoming) un encuentro que marca el inicio de la rentrée para analistas y responsables de políticas económicas. Las intervenciones de los máximos responsables de la Reserva Federal y del Banco Central Europeo reciben la máxima atención mediática, aunque asimismo el resto de ponencias merece atención. En la edición de agosto de 2023, tanto Jeremy Powell como Christine Lagarde coincidieron en ratificar con rotundidad los compromisos con el retorno de la inflación a niveles sostenibles del 2%, una tarea inacabada cuyo seguimiento no podía relajarse, aunque combinaron esa insistencia con la necesidad de atender a consideraciones más amplias que están haciendo la tarea más compleja de los bancos centrales. Las apelaciones a la firmeza en reconducir la inflación “hasta que el trabajo esté hecho” (así terminaba su intervención el presidente de la Reserva Federal) se combinaban con “puertas abiertas” al pragmatismo y seguimiento del conjunto de datos, en la filosofía de “reunión a reunión” de los órganos de decisión de las políticas monetarias, que solemos comparar –perdón por la frivolidad– con el “partido a partido” de moda en ambientes futbolísticos.
Tanto Jeremy Powell como Christine Lagarde coincidieron en ratificar con rotundidad los compromisos con el retorno de la inflación a niveles sostenibles del 2%
La intervención de Po-well podría calificarse de más “técnica” acerca de la todavía insuficiente mejora de la inflación según los datos más desagregados, mientras que Lagarde resumió cómo profundos cambios en la tecnología –con implicaciones tanto sobre los mercados de trabajo como sobre los objetivos medioambientales– y la geopolítica –incluidos los problemas de abastecimiento energético y de las revalorizadas materias primas “críticas”– requerían revisar muchas de las relaciones aparentemente estables en el pasado con que operan los analistas y responsables de políticas. La presidenta del BCE utilizó una cita del filósofo Kierkegaard, según la cual la vida se basa en las experiencias del pasado, pero debe proyectarse hacia el futuro, para resumir las complejidades que surgen en épocas de cambios estructurales de alcance, que obligan a más humildad y pragmatismo, siempre de forma compatible con el mantenimiento de objetivos claros, como la relevancia de controlar una inflación que, a lo largo de la historia, ha mostrado que genera distorsiones e ineficiencias que erosionan los sistemas socioeconómicos y políticos. Un mensaje claro que conviene recordar ante las tentaciones de relativizar o minimizar los efectos de una inflación que, como han recordado en los últimos tiempos los análisis de los bancos centrales, se ceba especialmente en las pérdidas de poder adquisitivo de los segmentos más desfavorecidos en cuya cesta de consumo los encarecidos alimentos tienen mayor ponderación.
EL ENDEUDAMIENTO QUE NO CESA
Entre las demás aportaciones a Jackson Hole tuvo eco mediático la de Eichengreen acerca de la transformación en crónico de un endeudamiento público que tuvo en la crisis financiera, en las urgencias de la pandemia y en las alarmas derivadas de la invasión de Ucrania los detonantes para emprender un camino alcista cuya reversión se ve lejana, pese a eventuales mejoras en las perspectivas económicas. A diferencia de lo que sucedió tras la Segunda Guerra Mundial (y tras otras situaciones de emergencia) en que los endeudamientos se fueron absorbiendo en tiempos posteriores, Eichengreen alertó de las dificultades actuales para confiar en rebajar ese lastre, agravado por los costes financieros más elevados derivados de los tipos de interés al alza. Entre los argumentos para esa conversión en “semipermanente” de un elevado endeudamiento (y sus costes), mencionó la falta de la “solidaridad”, en forma de consensos sociopolíticos, necesaria para reducir la carga de la deuda. Al contrario, en unos entornos de polarizaciones políticas, estamos asistiendo a carreras hacia más gastos, más justificados por su productividad electoral que por una eficiencia económica o social, cuya carga sobre las siguientes generaciones agravará los problemas, recordándonos que el largo plazo no es el escenario (más) relevante para gran parte de las decisiones políticas.
EL PAPEL DEL COMERCIO INTERNACIONAL
Aunque en Jackson Hole los temas monetarios y financieros suelen ser los protagonistas, cabe señalar algunas interesantes aportaciones sobre las dimensiones comerciales de los problemas recientes. La directora general de la Organización Mundial de Comercio, Okonjo-Iweala, insistió en que, pese a las respuestas “defensivas” ante la pandemia y las fricciones geopolíticas, mantener vías de cooperación a través del comercio y de unas reformuladas cadenas globales de valor constituía un activo a preservar. Insistió en que la diversificación en los flujos comerciales era un mecanismo para cubrir contingencias ante problemas en determinados proveedores, al tiempo que se hacía eco de la necesidad de observar no solo los datos de comercio en productos, sino los rápidamente crecientes de comercio en servicios digitales (Figura 1), nueva fuente de lo que desde la Organización Mundial del Comercio denominan una ”reglobalización”, en contraposición a las pesimistas apelaciones a “desglobalización”.
Profundos cambios en la tecnología –con implicaciones tanto sobre los mercados de trabajo como sobre los objetivos medioambientales– y la geopolítica –incluidos los problemas de abastecimiento energético y de las revalorizadas materias primas “críticas”– requerían revisar muchas de las relaciones aparentemente estables
La ponencia que presentó Laura Alfaro analiza la reformulación del funcionamiento de las cadenas globales de valor, especialmente los casos en que las corporaciones de Estados Unidos reducen su dependencia de suministros chinos en favor de los procedentes de Vietnam y México. Señala que, siendo una evidencia de cómo inciden factores geopolíticos en la geografía comercial, cabe rastrear cómo esos nuevos proveedores a su vez adquieren componentes en China, de modo que la reducción de interconexiones entre los gigantes de la economía mundial no estaría siendo tan drástica como a veces se presenta. El término de la “gran reasignación” (great reallocation) caracteriza estos nuevos formatos de flujos comerciales que deberemos seguir con atención en el futuro.
CONSIDERACIÓN FINAL
Kierkegaard, al menos en la cita de Lagarde, tenía razón: hay que aprender del pasado, pero tener buen juicio en extrapolar a la gestión del presente y las proyecciones de futuro las lecciones de la historia tamizadas por el reconocimiento de las nuevas realidades. Este equilibrio es especialmente relevante en tiempos, como los actuales, en los que la velocidad y profundidad de los cambios son vertiginosos y, como señaló Powell en su intervención, al navegar hay que guiarse por las estrellas con unos cielos muy nublados. Huir de dogmatismos, con humildad, prudencia y pragmatismo, siempre es una buena receta, pero ahora se convierte en imprescindible.