La revolución digital es todo un reto para una autoridad de competencia. Supone defender unas reglas de juego iguales para todos en beneficio de los ciudadanos, a pesar de que estamos inmersos en un entorno en continua transformación donde conviven la innovación y la vieja economía.
José María Marín Quemada. Presidente de la Comisión Nacional de Mercados y Competencia.
Hay quien ha llegado a decir que estamos viviendo la transformación más intensa que ha vivido la humanidad. La situación es aún más emocionante si tenemos en cuenta que este proceso no es lineal, porque el mundo analógico convive con el digital y eso se deriva en tensiones sociales.
Las empresas de Internet comenzaron su andadura en los años 80 con una cierta excepcionalidad porque nadie quiso poner freno a la innovación. Fruto de esa libertad, aquellas start-up que hacían negocio a través de la economía colaborativa se han convertido ya en grandes plataformas que actúan en todo el mundo. La cuestión ahora es que han adquirido tal dimensión que tienen vida propia y están imponiendo sus propias reglas. Tenemos, por lo tanto, que gestionar una oportunidad que puede ser una amenaza. Tales riesgos explican que la Comisión Europea haya comenzado a poner límites a su actuación y que la OCDE esté trabajando intensamente desde enero en el proyecto “Going digital” para que los gobiernos compartan sus experiencias y buenas prácticas.
En el ámbito nacional, las administraciones territoriales, seguramente por proximidad, han ido regulando esta nueva forma de hacer negocio poniendo puertas al campo, con medidas proteccionistas. Tales actuaciones han obligado a la CNMC a ir impugnando las restricciones generadas por ayuntamientos y autonomías.
Es cierto que no se debe prohibir la entrada de nuevos actores en el campo de juego y que no se debe interrumpir la creación de nuevos mercados, pero tenemos que buscar un equilibrio porque tampoco se pueden permitir abusos
Es cierto que no se debe prohibir la entrada de nuevos actores en el campo de juego y que no se debe interrumpir la creación de nuevos mercados, pero tenemos que buscar un equilibrio porque tampoco se pueden permitir abusos.
Estamos en una situación en la que las plataformas, por un lado, temen una regulación similar a la que se impuso a la vieja economía y las empresas tradicionales, por el otro, reclaman ayuda y tiempo para adaptarse al nuevo entorno digital.
Desde la CNMC tenemos la responsabilidad de defender la competencia y la buena regulación porque mejora el bienestar de los ciudadanos y beneficia a las empresas eficientes. Tenemos, y debemos, actuar para no perder el tren del progreso, pero tratamos de hacerlo con prudencia y con imaginación para que se sigan respetando las reglas de juego y para garantizar que éstas sean iguales para todos.