Las organizaciones con futuro serán las que sepan crear una cultura del error en positivo, con un liderazgo innovador y creador de valor.
Albert Bosch. Aventurero y emprendedor.
Muy a menudo, empiezo mis conferencias de liderazgo con un vídeo resumen de mis principales logros aventureros. Escalar el Everest y la montaña más alta de cada continente, cruzar la Antártida en solitario hasta el Polo Sur, correr en nueve Dakars siendo el primero en la historia en participar con un coche 100% eléctrico y otros muchos retos que acumulo en mi larga trayectoria.
Pero luego explico que mi vida es como un iceberg, igual que la de todos los que están en proyectos mínimamente ambiciosos. Tiene una décima parte que se ve, dónde normalmente se muestran los éxitos y las cosas positivas, y otras nueve décimas partes que permanecen sumergidas, y es donde está la lucha, la perseverancia, las tensiones, las dudas y, sobre todo, los errores cometidos y los fracasos acumulados. Me encantaría mostrar junto al vídeo de mis éxitos el del making off, dónde se verían, sobre todo, todos mis fracasos y errores realizados; pero no lo tengo porque normalmente no nos gusta hacer fotos y grabar nuestros momentos más negativos o tristes, y preferimos recordar triunfos y los episodios positivos.
FALLAR FORMA PARTE DEL CAMINO
Pero al igual que mis éxitos, también forman parte de mi todas las veces que no he conseguido alcanzar mi objetivo: las veces que me he lesionado; las veces que me han evacuado; las pocas veces, pero terribles, que nos ha pasado alguna desgracia extrema con algún compañero de equipo; las veces que no he conseguido iniciar una aventura porque no conseguí vender el patrocinio. Y las veces en que he cometido el peor error posible en la vida, el que no computa porque nadie te lo tiene en cuenta, pero es el mayor de todos: cuando creía que un proyecto era clave para mi y lo deseaba mucho en mi vida, pero no me atreví ni a intentarlo. Ese es el peor error, pues significa que, o bien me autoengañaba al pensar que aquello era realmente importante para mi, pero no lo debía ser tanto si no lo llegué a intentar; o bien sí era muy importante, pero fui un cobarde al no ir a por ello. Y autoengañarse o ser un cobarde son, con toda seguridad, de los peores errores que podemos cometer en nuestra vida profesional o personal.
Es esencial que demos valor al “error” y sepamos aprovechar este concepto en nuestro favor como un factor potenciador y no creador de miedo, inseguridad o conservadurismo
Un profesional o una empresa, igual que un aventurero, no está allí solo para esforzarse y trabajar mucho, sino para crear valor con ese esfuerzo. Si se limita a hacer proyectos fáciles, mediocres, seguros o repetitivos, no conseguirá aportar valor. Para avanzar, crecer y tener futuro, debemos ser más ambiciosos en nuestra creación de valor, innovando, pensando diferente y siendo proactivos. Pero todo ello significa que saldremos de la parte conocida, de las dinámicas que ya dominábamos, de la seguridad de lo que ya sabemos; y, por ello, las probabilidades de cometer errores serán más altas y tendrán mayores consecuencias. Por esta razón es esencial que demos valor al “error” y sepamos aprovechar este concepto en nuestro favor como un factor potenciador y no creador de miedo, inseguridad o conservadurismo.
ERRAR CON INTELIGENCIA
Yo he cometido muchos errores y he tenido muchos fracasos tanto en mi vida empresarial como en la aventurera, y he aprendido muchas cosas de ellos; pero lógicamente, lo primero que he aprendido es que me gustan mucho más los aciertos y los éxitos.
Está claro que debemos saber gestionar bien los errores y los fracasos y aprender mucho de ellos, pero también está claro que hay que intentar evitarlos siempre que se pueda, pues es mejor aprender de los errores de los demás que de los propios. Así pues, cometer errores está bien cuando se está haciendo algo realmente nuevo o imprevisto, pero seamos inteligentes y, como mínimo, evitemos los errores que ya se han cometido antes. Aprendamos de la experiencia de otros en situaciones similares y seamos humildes ante cualquier situación.
Sería también un grave error no saber gestionar bien los éxitos y los momentos positivos, porque si en esos momentos bajamos la guardia, podrían ser la antesala de los grandes fracasos.
Las organizaciones con futuro serán las que sepan crear una cultura del error en positivo. Serán empresas que entienden el error como algo inevitable siempre que se esté apuntando a objetivos ambiciosos y creadores de valor para el futuro. Y en esa línea promoverán un liderazgo innovador, bien preparado para la gestión de riesgos, empoderado y con capacidad para ver los errores como algo positivo para la organización, evitándolos con un método eficaz y con experiencia siempre que se pueda, y asumiéndolos y aprendiendo de ellos siempre que se hayan producido.
Cometer errores está bien cuando se está haciendo algo realmente nuevo o imprevisto, pero seamos inteligentes y, como mínimo, evitemos los errores que ya se han hecho antes. Aprendamos de la experiencia de otros
EL “VALOR” DE COMPARTIR
Que los veteranos, más expertos, no intenten esconder los errores cometidos para parecer infalibles, porque si realmente han sido aportadores de valor para la empresa, es imposible que no los hayan tenido. Y no mostrándolos estarían propiciando una sensación de miedo al error, estarían impidiendo compartir una experiencia fundamental, y estarían anulando lo más valioso que puede hacer cualquier líder exitoso del mundo empresarial: evitar que los otros se sientan pequeños y hacer que su grandeza consista en que los líderes de las nuevas generaciones se sientan igual de grandes; entendiendo que el camino hacia el éxito siempre está, inevitablemente, lleno de errores.
Esta mentalidad “amiga” del error positivo, hará que se pueda captar, promover y potenciar más el talento. Conseguirá activar mejor la creatividad y la innovación. Permitirá que todos los profesionales se enfoquen a resultados y no solo a gestionar lo de siempre. Hará posible que las personas que componen los equipos de trabajo se apoyen entre ellos en los momentos más duros y en que se produzcan fallos. Y eso es clave, porque significará que en lugar de machacar a quién comete un error por intentar conseguir algo valioso, se le agradecerá y se le arropará porque está teniendo el coraje de poner su tiempo, su reputación y todas sus capacidades al servicio de crear valor para el futuro de todos los trabajadores y para la propia organización.
Cuando uno es consciente de la inevitabilidad de los errores en cualquier proyecto empresarial o personal ambicioso, estos dejan de convertirse en una debilidad, un obstáculo o un problema, y pasan a convertirse en una fortaleza, en un aliado y en una oportunidad. Démos la bienvenida a los errores positivos.