Canadá, Alemania, los Estados Unidos de América y Australia saben bien que una de las principales soluciones al mantenimiento del sistema de pensiones es el rejuvenecimiento de la sociedad mediante la llegada al país de inmigrantes, puesto que los inmigrantes enriquecen el Estado de bienestar.
Xavier Torrens. Profesor de Ciencia Política de la UB. Politólogo y sociólogo.
Cinco millones de personas extranjeras viven en España. Más concretamente, 5.025.264 inmigrantes de un total de 47.007.367 habitantes. Esto significa 41.982.103 ciudadanos españoles (el 89,3%) y 5.025.264 inmigrantes extranjeros (el 10,7%). En política comparada, no es una cifra muy alta. Menor aún lo es si se descuentan los extranjeros que son de Europa: 2.110.500 inmigrantes europeos. Por lo tanto, la cifra real de inmigrantes extranjeros no europeos es de 2.914.764 personas (el 6,2%).
WIN-WIN PARA TODOS
La llegada de inmigrantes conlleva un beneficio mutuo, una situación win-win para todas y todos. Los inmigrantes pueden progresar porque mejoran su vida respecto del país de origen de donde provienen. Y, al mismo tiempo, los ‘autóctonos’ consiguen avanzar porque también mejoran su vida respecto del país que tenían antes. Todo el mundo sale ganando.
No lo ven así aquellos que no se basan en datos estadísticos. Tampoco lo ven así quienes son racistas. El psicólogo Daniel Kahneman, Premio Nobel de Economía, nos cuenta en el libro Pensar rápido, pensar despacio (Debate, 2015, página 392) que la negatividad, como la presente en las proclamas racistas, proviene de la amígdala como «centro de las amenazas del cerebro», donde se antepone una noticia negativa a una positiva. Por ello, tienen mayor impacto social las emociones del miedo y el odio a los inmigrantes que conocer el dato de que la mejora de las pensiones es viable gracias a ellos y ellas.
La proporción de octogenarios en España es del 6,4%, una cifra mayor que el porcentaje de inmigrantes extranjeros no europeos, que es del 6,2%. Si recordamos que la población en edad laboral es la que mantiene las pensiones, entonces más inmigrantes significa mejores pensiones
DEMONIO INTERIOR
Como asevera otro psicólogo, Steven Pinker, en el libro Los ángeles que llevamos dentro (Paidós Ibérica, 2018, página 769), el mero proceso de identificar nuestros demonios interiores podría ser un primer paso para someterlos bajo control. Por eso es tan importante hacer pedagogía social: para explicar que, sin los inmigrantes, el sistema de pensiones aún tambalearía más. Es esencial enseñar que, contrariamente a lo que una parte de la gente cree, los inmigrantes son una tabla de salvación del sistema de pensiones.
EL CASO CANADIENSE
Canadá tiene 37.498.654 habitantes. Tanto el sistema económico, como, específicamente, el sistema de pensiones, lo puede mantener, en parte, gracias a la llegada de inmigrantes. El 21,9% de los habitantes de Canadá son inmigrantes. Más de dos de cada 10 habitantes de Canadá han inmigrado, mientras sólo uno de cada 10 habitantes de España lo ha hecho. El rejuvenecimiento se logra porque la media de edad de los extranjeros es de 36,01 años frente a los 43,39 años de los españoles.
Canadá es un país donde, cada año, casi entran 250.000 nuevos inmigrantes y, cada año, alrededor de 150.000 nuevas personas inmigradas se convierten en ciudadanos de pleno derecho. Canadá es el ejemplo a seguir por España.
El 19,1% de la población española tiene más de 65 años. Una cifra muy por encima del 10,7% de inmigrantes extranjeros, incluidos los europeos. Mantener las pensiones requiere el rejuvenecimiento de la sociedad y, demográficamente, esto sólo es viable con la llegada de inmigrantes
PENSIONES E INMIGRANTES
La proporción de octogenarios en España es del 6,4%, una cifra mayor que el porcentaje de inmigrantes extranjeros no europeos, que es del 6,2%. Si recordamos que la población en edad laboral es la que mantiene las pensiones, entonces más inmigrantes significa mejores pensiones. Si tuviéramos que explicar con un lenguaje sencillo el problema demográfico de la financiación de las pensiones fijándonos en los ingresos, nos daríamos cuenta de que el aumento del número de inmigrantes es una vía segura y más rápida para mejorar el sistema de pensiones de las personas mayores.
Ahora, fijémonos en otro dato. El 19,1% de la población española tiene más de 65 años. Una cifra muy por encima del 10,7% de inmigrantes extranjeros, incluidos los europeos. Mantener las pensiones requiere el rejuvenecimiento de la sociedad y, demográficamente, esto es factible, de forma realista, con la llegada de inmigrantes. El rejuvenecimiento de la sociedad mediante la gestión de los flujos migratorios es el camino que han elegido históricamente países como Canadá, los Estados Unidos de América, Australia, Nueva Zelanda y otros.
DIGNIDAD HUMANA
Todo ello, claro, nos muestra que el mito de que los inmigrantes nos empobrecen es falso. La auténtica realidad muestra que los inmigrantes contribuyen a la riqueza del país y fortalecen el Estado de bienestar. Y, con respecto a las pensiones, los inmigrantes son un factor clave para mejorar las pensiones de las personas mayores. Aun así, no podemos reducirlo todo a la vertiente económica.
Necesitamos darnos cuenta del factor humano. La dignidad humana es sustancial para entender que, cuanto más racismo y xenofobia exista, también más fractura social habrá y, por tanto, menos cohesión social. La convivencia humana es una variable que garantiza la estabilidad social y, por tanto, el equilibrio económico. Pero, sobre todo, refleja la dignidad humana de un país, tanto hacia las personas mayores como para con los inmigrantes.