Desde su fundación, Southern Bancorp ha situado siempre el foco en las comunidades rurales del sur de los Estados Unidos, principalmente en área del delta de Arkansas y Misisipi, una de las zonas del país más desfavorecidas económicamente.
David Korslund. Economista sénior y asesor principal del director ejecutivo de GABV.
A principios del siglo XX, la pequeña ciudad de Trumann, en Arkansas (EE. UU.), fundada por los colonos que allanaron el camino de la línea de ferrocarril Saint Louis – San Francisco, era muy conocida por su condición de población maderera. Su gran suministro en esta materia prima, efectivamente, era muy atractivo para las empresas de este sector, como la Singer Company, que requería de buenas maderas para construir los cajas de sus populares máquinas de coser.
El establecimiento de su fábrica en Trumann marcó el comienzo de una nueva era para sus habitantes. Se crearon más de 2.500 empleos, y con los puestos de trabajo vinieron tiendas, escuelas, iglesias y restaurantes. Durante décadas la compañía apoyó a la ciudad construyendo parques y dotándola de servicios médicos, un cuerpo de bomberos e incluso servicios de agua y electricidad. Contar con un ciudadano corporativo tan fuerte realmente fue una bendición para toda la comunidad.
Pero el cambio es inevitable, y como ha sucedido en tantas otras pequeñas ciudades, a principios de 1980 la planta de Singer finalmente cerró sus puertas, dejando un gran vacío en la población. Sin embargo, aún cerrada, la compañía de las máquinas de coser todavía tenía un papel por desempeñar en el futuro de la ciudad.
Mucho más que un pasatiempo
Durante el apogeo de la Singer Company, hubo un joven, llamado Robert Heard, que, además de trabajar de día en la fábrica construyendo las cajas de las máquinas de coser y perfeccionando sus habilidades en el arte de la carpintería, de noche se dedicaba a juguetear en su tienda de madera construyendo vitrinas y tocadores para sus amigos y familiares. No pasó mucho tiempo antes de que estos le convencieran de que su pasatiempo valía mucho más.
Impulsado por todos ellos, Heard finalmente decidió abandonar la Singer y crear su propia compañía, Tru-Cab, un nombre que era un guiño a su comunidad y a su industria (cabinet es el nombre que reciben las cajas de las máquinas de coser en inglés). En poco tiempo, la pequeña tienda de madera inicial tuvo que ser trasladada a un edificio de 370 metros cuadrados, tal fue el incremento de clientes del joven emprendedor.
Cinco años más tarde, Heard nuevamente necesitó crecer, y con la ayuda de Southern Bancorp, fue capaz de trasladarse a un edificio que doblaba el tamaño de su tienda original y amplió la plantilla hasta alcanzar la cifra de 20 trabajadores.
Solo dos años después, la situación se repetía: nuevos mercados y más clientes requerirían que Tru-Cab se expandiera y adquiriera, gracias, otra vez, a la ayuda financiera de Southern, nuevos equipos y unas nuevas instalaciones para albergar a la creciente fuerza laboral de la compañía, de ya más de 70 personas.
Y mientras Robert Heard impulsaba su negocio, la planta de Singer iba cerrando sus puertas. El complejo restante de la antaño próspera fábrica de máquinas de coser permaneció vacante durante algún tiempo mientras los líderes de la ciudad le buscaban un nuevo dueño, pero ninguno llegaba. Finalmente, un grupo de empresarios locales compró la planta vacía y creó en ella un parque industrial subdividido para atraer operaciones más pequeñas y crear empleos. Sin embargo, incluso con algunos inquilinos en su lugar, el mayor espacio de fabricación seguía sin estar ocupado… hasta que llegó Heard.
Efectivamente, el hombre que una vez había construido gabinetes de máquinas de coser en ese gran espacio de producción, volvía ahora, cinco décadas más tarde, a ocupar el lugar, trasladando, allí, a su empresa, una compañía de renombre nacional.
Las nuevas instalaciones de Tru-Cab ocupan hoy cerca de 5.500 metros cuadrados de potencial de fabricación y creación de empleo. Y aunque la nueva empresa nunca reemplazará lo que la Compañía Singer una vez proporcionó a esta ciudad, es una prueba de la naturaleza transformadora que la determinación, la fuerza de voluntad y un socio financiero fuerte pueden hacer tanto en la vida de un empleador como en la de una comunidad.
La historia de Southern Bancorp muestra cómo, al confiar en la determinación y las habilidades individuales a través del apoyo sistemático a las start-ups, este banco está contribuyendo a traer prosperidad a las áreas del delta del Misisipi, que fueron desoladas por los efectos de la globalización, la mecanización y la deslocalización