Sentada frente al televisor-ordenador, una familia revisa los gastos anuales y, en concreto, la partida relacionada con los viajes y el turismo del ejercicio anterior, el 2029. En total, han disfrutado de tres períodos vacacionales de una semana de duración cada uno; de cuatro salidas de tres o cuatro días (puentes); de siete fines de semana; y de un número indefinido de excursiones de proximidad sin pernoctación. O dicho de otra manera: han dedicado al ocio entre 50 y 60 días, cuando, en 2020, no superaron los 42 de estancia fuera del hogar o trabajo. Su gasto también ha ido en ascenso: habían presupuestado entre el 38 y el 40% del presupuesto global familiar y se ha disparado hasta el 46%. Este grupo familiar es representativo de los europeos este año.
Josep-Francesc Valls. Catedrático de ESADE Business & Law School.
Turistas sénior
Resulta interesante radiografiar la conducta de los turistas de 2030. Los datos del momento trocean sus salidas en paquetes de semana, en puentes, en fines de semana y en excursiones de día. Las legislaciones laborales europeas se han flexibilizado mucho, pero pocos trabajadores por cuenta ajena tienen la disponibilidad de tomarse más de una semana seguida de vacaciones. Hace tiempo que se llegó a la conclusión de que paralizar la producción casi un mes como antaño resultaba una sangría impagable. El teletrabajo ha ayudado a la desestacionalización total de las vacaciones, de modo que las rutas aéreas, de los trenes de alta velocidad y de los autobuses oscilan muy poco entre unos períodos y otros.
La playa mantiene su atractivo, pero mucho menos que trece años atrás. No por la falta de interés, sino porque las motivaciones vacacionales han crecido exponencialmente y se han especializado. Pocos europeos dejan de pasar una semana en el litoral, pero la mayoría destina las otras salidas largas –o los puentes y fines de semana– a los atractivos culturales y gastronómicos, al aire libre, a la solidaridad, a lo religioso, a contemplar las aves o el desove de las ballenas… Eso no quiere decir que el sol y la playa hayan reducido su peso global respecto al conjunto de todo el sector turístico: superan todavía el 50% de la facturación global de las recetas turísticas mundiales, aunque las previsiones lo sitúan en tres o cuatro años por debajo de este nivel.
Al ser los séniores el porcentaje mayor entre los viajeros que pueblan los destinos turísticos, desaparecieron todos aquellos atractivos y servicios que no adaptaron su oferta a las nuevas exigencias de la población viajera: servicios adaptados, de salud, de seguridad, contenidos de viaje, infraestructuras de transporte y el resto
Los augurios de Naciones Unidas se han cumplido. En 2030 la población europea alcanza los 733 millones de habitantes, unos seis millones menos que en 2017. Esta fuerte caída demográfica será compensada con creces por el gasto promedio dedicado a los viajes. En efecto, se invierte mucho más en ocio, en salud y en cuidado del cuerpo, confirmando las tendencias que se alumbraban a principios del milenio. Los mayores de sesenta años se llevan la parte más destacada del gasto. Por dos motivos. El primero, porque es el grupo más numeroso. Ha crecido enormemente, como se observa en el cuadro 1.
Y el segundo, porque es el grupo demográfico que dispone de una mayor flexibilidad horaria para compartir el trabajo con el ocio. Al ser los séniores el porcentaje mayor entre los viajeros que pueblan los destinos turísticos, desaparecieron todos aquellos atractivos y servicios que no adaptaron su oferta a las nuevas exigencias de la población viajera: servicios adaptados, de salud, de seguridad, contenidos de viaje, infraestructuras de transporte y el resto. Entre los viajeros que pasean, observamos pocas unidades familiares, y, en la mayoría de los casos, con el máximo de un hijo/a; pululan muchos singles; también adolescentes en grupos bulliciosos; y, sobre todo, numerosos inmigrantes de segunda o tercera generación, que han ido ascendiendo –lentamente, eso sí– por la escala social, y acaban desarrollando modelos vacacionales similares a los nativos.
En 2030, las ciudades y poblaciones costeras del mar del Norte, de la parte baja del mar de Noruega y del Báltico empiezan a competir en sol y playa con las clásicas mediterráneas que crearon el nuevo mercado vacacional masivo a partir de 1960
Dentelladas del cambio climático y las exigencias de la sostenibilidad
En algunos momentos se ha acelerado, y en otros se ha frenado, pero el cambio climático ha seguido avanzando sin tregua desde principios del milenio. Aún quedan negacionistas, pero años ha que no gozan de predicamento. Han aparecido nuevas zonas de moda. Vemos playas interesantes en su primera fase del ciclo de vida en el norte de Europa. Las ciudades y poblaciones costeras del mar del Norte, de la parte baja del mar de Noruega y del Báltico empiezan a competir en sol y playa con las clásicas mediterráneas que crearon el nuevo mercado vacacional masivo a partir de 1960.
Es verdad que el sector turístico nunca fue altamente contaminante, pero sí un poco perezoso al aplicar la economía circular. Pues bien, en nuestro entorno turístico vemos cómo se han quintuplicado las zonas Reserva de la Biosfera y los códigos de sostenibilidad. Aunque no todas son de platino y oro, las etiquetas internacionalmente reconocidas que certifican la eficiencia energética y el diseño de edificios sostenibles (LEED, Leadership in Energy & Environmental Design) resaltan en las fachadas de la mayoría de los establecimientos turísticos, no sólo en los hoteles, como antaño, sino también en restaurantes, comercios, paisajes, zonas deportivas, museos, monumentos, etc. (ver cuadro 2).
Es la señal de la implantación masiva de la economía circular que atañe a la calidad medioambiental del entorno físico inmediato del establecimiento, a la eficiencia en el agua, la energía y las renovables, a todos los materiales y recursos, y a la innovación permanente en tecnologías y procesos.
Se ha dejado de utilizar el concepto de economía verde. No existe ya otro tipo de gestión de las cosas públicas y privadas –y el turismo es una de las más importantes por su peso en los países– que no sea verde. La universalización le ha quitado el color. En la década de 2010, los costes de la economía circular eran superiores en un 30% a los de cualquier construcción no sostenible. Ahora, las fuentes consultadas nos confirman que los costes se han equiparado, sobre todo, nos dicen, porque un establecimiento turístico no sostenible no atrae a nadie. La principal exigencia de los viajeros es esta.
La contratación y… ¿los conflictos?
Los millennials ya superan el 50% de la población europea. De la guerra por el mercado entre las OTA’s (grandes agencias de viajes on-line, en su sigla en inglés), las comparadoras, las opinadoras y el resto de las redes sociales desde 2000, aparece un escenario radicalmente distinto al esperable. Resulta que, según los datos de WTTC –la mejor investigadora del mercado turístico de los últimos veinte años–, en 2029, son las propias empresas turísticas quienes gestionan la mayoría de la contratación turística, cerca del 60%. El esfuerzo realizado por estas –hoteles, restaurantes, transporte aéreo, sobre todo, con el apoyo de las tecnológicas– les ha permitido obtener el liderazgo absoluto de la comercialización y ahorrarse numerosos gastos improductivos que redundan en beneficio del cliente.
Por último, al cerrar esta visión del turismo en 2030, sorprende que no se hayan mencionado los conflictos. Entre 2010 y 2020, hubo enfrentamientos varios. Barcelona, Venecia, París, Ámsterdam, numerosos lugares de costa… por citar algunos casos donde se desató la virulencia contra el turismo culpándole de la gentrificación, de la masificación y de muchos males más. El cronista que ha visitado estas y otras muchas ciudades en los últimos meses no ve enfrentamientos entre las comunidades y los turistas. Hay que afirmar, en favor de la sensatez del sector público, y del privado, que las ciudades y los destinos aplican a rajatabla las medidas de capacidad de carga percibida, controlan el crecimiento de los precios del suelo y de los alquileres, impulsan las aplicaciones tecnológicas que, por suerte, abarcan ya a todos los sectores, tanto los tradicionales como los nuevos, y gestionan las estancias directamente con los clientes.