En el año 2020, 22 mujeres eran jefas de Estado o presidentas del Gobierno; representaban solamente el 6% de los 193 países del planeta. En 2025, esta proporción se había duplicado. Ahora, cinco años después, a punto de iniciar 2030, no se ha alcanzado la paridad, pero cerca de 80 países han dejado las riendas del poder en manos de las mujeres durante la última década. No se trata de preguntarnos si en política las mujeres gobiernan mejor que los hombres, sino de romper los estereotipos que asocian cualquier poder a lo masculino y acabar de constituir una sociedad compartida.
JOSEP-FRANCESC VALLS. Director de la Cátedra Escenarios de futuro, retail, turismo y servicios de la BSM-UPF.
Al diseñar la tertulia de este mes, tenía in mente dos alternativas. La primera, que intervinieran exclusivamente mujeres. La segunda, elegir los invitados en franca paridad de género. Descarté la primera, porque la posición femenina y el feminismo no son exclusivamente cosa de mujeres. Y adopté la segunda en una paridad relativa. Los asistentes son: la más reconocida novelista y líder feminista de estos últimos años; una catedrática de Movimientos Feministas, con artículos en The European Journal of Women’s Studies y en Feminism and psychology; un sociólogo que ha publicado diferentes obras en las que aborda la lucha de géneros; y la expresidenta del Gobierno de un país, que luego acabó dirigiendo una agencia de las Naciones Unidas.
Venimos de una historia en la cual todo poder era asimilado al hombre. Político. Social. Económico. Deportivo. Legal. Médico. Familiar…. Las mujeres debían esconder su obra científica, su literatura, sus inventos, su sexualidad, su apellido…
—Vamos a ver —habla en primer lugar la novelista de moda y destacada líder feminista—. Venimos de una historia en la cual todo poder era asimilado al hombre. Político. Social. Económico. Deportivo. Legal. Médico. Familiar… Las mujeres debían esconder su obra científica, su literatura, sus inventos, su sexualidad, su apellido… Mary Wollstonecraft, la primera teórica y activista del feminismo, escribió en el siglo XVIII importantes novelas y ensayos. Murió antes de los cuarenta años, a pesar de lo cual se convirtió en una de las primeras inglesas en abrir despacho en Londres como escritora profesional. Pero sus brillantes ideas fueron eclipsadas durante dos siglos; la excusa, sus relaciones poco convencionales. Hasta doscientos años después, no pudo ser descubierta su obra Vindicación de los derechos de la mujer (1792), que ha significado el impulso definitivo del movimiento feminista. Doscientos años para recuperar la ideología y cincuenta para aplicarla: la sociedad debe avanzar hacia el empoderamiento de las mujeres a fin de cambiar la estructura social por otra igualitaria y justa frente al patriarcado histórico; este es el causante de las relaciones de desigualdad de poder entre hombres y mujeres.
—Efectivamente, Mary Wollstonecraft aportó las ideas para el gran cambio que se ha producido en las últimas cinco décadas —añade la catedrática de Movimientos Feministas—. ¿Saben lo que más me molesta? Pues que, si la comparamos con otras figuras coetáneas masculinas relevantes del pensamiento en general, como Thomas Payne, Jean Jacques Rousseau, Charles- Louis Montesquieu, François Voltaire, David Hume o Adam Smith, a ella se la penalizó; sin embargo, a los hombres, no. Y así ha ocurrido con la mayoría absoluta de las mujeres hasta finales del siglo XX. Ella no hizo ni más ni menos que lo que cualquier inglés o francés de la época. Bastó que su marido publicara unas memorias en las que la puso de vuelta y media para que desapareciera durante doscientos años. Si hubiera sido hombre, nada le hubiera ocurrido. ¿No les parece triste la condición femenina en el XVIII, XIX y XX, y en la historia anterior?
La sociedad debe avanzar hacia el empoderamiento de las mujeres a fin de cambiar la estructura social por otra igualitaria y justa frente al patriarcado histórico; este es el causante de las relaciones de desigualdad de poder entre hombres y mujeres
PASADO Y PRESENTE
—Me siento muy cómodo recordando el pasado, como hacen ustedes dos —interviene el sociólogo de la lucha de género—. Sabemos cómo la configuración social ha tratado a las mujeres y cómo la historia la ha reflejado. Ama de casa. Reposo del guerrero. Responsable de la crianza de los hijos. Sometida al varón. Minusválida en derechos. Escondida. Dominada. Todo ello, mientras el hombre ocupaba integralmente el espacio. Hay que ir al pasado para no perder la referencia de dónde venimos. Pero a mí me interesa el momento actual, los últimos cincuenta años en los que se han reequilibrado muchas de las palancas que favorecían a los hombres en todos los campos. Se ha realizado la revolución. No ha sido un proceso fácil y aún dura. Participé en Bilbao, en 2010, en un coloquio en el que algunos de los ponentes todavía se oponían a la cuota de género o de equidad por injusta. Era noviembre y la Sala de lo Contencioso Administrativo del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco acababa de considerar legal favorecer a la mujer en un concurso de méritos si empataba con el hombre, en este caso, aspirando a una plaza en la Ertzaintza. ¿No les parece expresivo que la querellante fuera CCOO, en un momento en el que la plantilla femenina de la policía vasca apenas alcanzaba el 40%? Hace veinte años, todavía estábamos con esas, pero ello no quita que en menos de cinco décadas el movimiento feminista haya dado la vuelta a la historia. En 2030, podemos afirmar que hay que seguir avanzando, pero estamos en el recto camino.
¿Qué si siguen existiendo brechas de género [en 2030]? Claro que sí. Desgraciadamente, ocurre tanto por países como por clases y estratos sociales. Muchas religiones, muchos grupos ultraconservadores se sentirían mejor con el reparto de roles masculino-femenino anterior a los últimos cincuenta años. Pero la situación es irreversible
Interviene la presidenta del Gobierno, directora de una agencia de Naciones Unidas:
—Estoy de acuerdo con que avanzamos por el camino correcto. Tomo los datos del informe sobre la igualdad de género dentro de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, publicado en 2018, en cuyo documento trabajé —explica la expresidenta—. No se han alcanzado todos los objetivos fijados para este año, pero los cambios producidos han sido extraordinarios y confirman esta visión. El impulso definitivo ya se ha producido; hay que seguir evitando ahora las desviaciones de los negacionistas y de las fuerzas reaccionarias nostálgicas de “la pierna quebrada y en casa”, que tanto prosperaron entre 2018 y 2023.
La presidenta empieza a desgranar los grandes avances de la década:
• La diferencia salarial frente al hombre es del 15%, mientras que en 2018 se situaba en el 23%.
• La tasa de actividad de las mujeres supera el 75%, frente al 63% de diez años atrás.
• La representación de mujeres en los parlamentos nacionales es del 45%, frente al 23,7%.
• Las mujeres dedican 1,6 veces más tiempo que los hombres al trabajo doméstico y a los cuidados no remunerados, frente al 2,6 de entonces.
• El número de investigadoras supera el 40%, cuando en 2018 era del 28,8%; la paridad alcanza hoy a una cincuentena de países, frente a los cinco de hace una década.
—Aunque el informe no menciona a las mujeres en la dirección empresarial, constatamos que, en 2030 —añade la expresidenta—, sigue costando mucho más alcanzar la paridad en la banca y en las altas finanzas más que en las multinacionales. En las primeras, poco ha avanzado durante la década; los CEO y la auditoría llevan mayoritariamente nombre de varón, donde las mujeres apenas alcanzan el tercio de las direcciones. Sin embargo, del 33% de los puestos directivos en las multinacionales en manos de mujeres de 2020 se ha conseguido llegar al 45% ahora en 2030.
—Ha resultado un coloquio muy interesante —remato yo—. Permítanme que les recuerde que, en agosto de 2023, cuando la Copa Mundial Femenina de Fútbol se celebró en Australia y Nueva Zelanda, los 32 equipos participantes pudieron constatar en las distintas subsedes cómo la asistencia de público a los partidos era similar a la de los hombres; los salarios y premios de las chicas, también. Se trata de un torneo mundial muy reciente. Había nacido en 1991; en menos de cuarenta años, se ha equiparado al cien por cien a los hombres. En los dos torneos siguientes, y en el que se celebrará en 2031, la mayoría de los medios tratan temas deportivos y no se fijan ya en cuestiones felizmente superadas. Ha habido una normalización en este campo, que visualiza claramente la situación: cada vez existe menos espacio para las diferencias de género, la sociedad no las admite y las permite mucho menos. Estos acontecimientos de nivel planetario, que mueven todos los mecanismos (publicidad, televisiones, firmas deportivas, masas), significan una muestra palmaria del cambio efectuado. Este podría ser un buen colofón del debate.
—Excesivamente positivo, ¿no? —espetan la expresidenta y el resto de ponentes a la vez—. El vuelco se ha producido, pero no quiere decir que podamos sentarnos a descansar…
—… Eso quiere decir que se ha dado el vuelco definitivo y que hay que conjugar los valores, las habilidades y las percepciones de hombres y mujeres para vivir en una sociedad igualitaria. ¿Qué si siguen existiendo brechas de género? Claro que sí. Desgraciadamente, ocurre tanto por países como por clases y estratos sociales. Muchas religiones, muchos grupos ultraconservadores se sentirían mejor con el reparto de roles masculino-femenino anterior a los últimos cincuenta años. Pero la situación es irreversible.