Un análisis empírico de lo ocurrido en la Unión Europea en los últimos 25 años evidencia la pérdida de importancia de la manufactura en el PIB de los países que la configuran. Una pérdida que ha sido un fenómeno generalizado en la UE, siguiendo la tendencia en cuanto al peso de la industria en el PIB mundial. Un hecho originado por el incremento de la demanda de servicios en aumentar los niveles de renta. Una disminución del peso industrial con notables asimetrías en el seno de la Unión, como se desprende del análisis de los datos. En los países del Norte de Europa, especialmente en Alemania, el peso del VAB de la manufactura sobre el PIB es prácticamente el mismo desde inicios de la década de los 90, mientras que en el centro y en el sur de la Unión ha decrecido de forma continuada. Y no deberíamos olvidar que son precisamente los del sur los que presentan las mayores cifras de paro y donde la destrucción del tejido productivo y del bienestar social ha sido más significativa.
Texto: Antoni Garrell, vicepresidente de la Fundación para la Industria.
LA CRISIS HA EVIDENCIADO la obsolescencia y la fragilidad de los modelos de expansión basados en actividades a corto plazo y la rentabilidad de los recursos financieros en lugar de los procesos industriales basados en la calidad, la adaptación, la innovación, el talento y la internacionalización. Y es que, después de siete años de devastadora recesión, dudar de la importancia de la industria es no reconocer que las sociedades que han minimizado la destrucción de puestos de trabajo, que no han reducido las prestaciones sociales, han conservado una buena base productiva y han crecido de forma estable y continuada son aquellas que se sustentaban en un modelo productivo basado en una aportación muy significativa de la industria. O lo que es lo mismo: en modelos económicos que promueven el trabajo cualificado, la innovación, los servicios complejos y de alto valor, y las exportaciones. Y que alcanzan óptimos niveles de productividad, implementan las infraestructuras logísticas adecuadas y potencian la cooperación intersectorial, generando interconexiones estables e íntimas, actuando como tractor de la economía en general.
LOS DESAFÍOS DEL SIGLO XXI
En este sentido, la Comisión Europea (CE) (en reconocimiento a la estabilidad y la capacidad de futuro que aporta la industria) ha expresado de manera reiterada que «la Europa del siglo XXI necesita revertir la tendencia a la pérdida de importancia de la industria en el total del PIB de los países de la Unión, como la única solución para lograr un crecimiento sostenido con más empleo y de mejor calidad», aunque fichando el objetivo de que la aportación de la industria al PIB sea del 20% en el conjunto de la Unión 2020 (actualmente es de un 16%).
Se busca potenciar, pues, una industria cambiante que supere los desafíos asociados a la escasez de recursos naturales, el deterioro del medio ambiente y el cambio climático, y que, al mismo tiempo, detecte y afronte las oportunidades arraigadas en los avances científicos, las herramientas tecnológicas y la capacidad integradora del diseño. Este proceso de cambio del modelo productivo de acuerdo con los nuevos retos de la UE va dirigido a todos los estados, si bien su consecución debería ser más abordable para aquellas economías que disponen, como es el caso de Cataluña, de una significativa capacidad industrial.
Reindustrializar se convierte en un objetivo insoslayable, lo que obliga a superar algunos problemas crónicos como la competitividad, los bajos incrementos de productividad originados por la baja dotación de capital humano, la insuficiente inversión tecnológica y los elevados costes de la energía, las telecomunicaciones y los recursos financieros
Efectos multiplicadores
Según datos de la Fundación para la Industria, en Cataluña la industria -más allá de lo que se entiende hoy por industria- representaba el 39% de la actividad en 1972; en 1980 había bajado al 25%, y en 2013 no llegaba al 14%. El objetivo europeo es alcanzar el 20% en 2020 y partimos de una pérdida de puestos de trabajo industrial que ha sido también notoria, con casi unos 300.000 empleos menos desde 2008. Ahora bien, a pesar de la importante destrucción de capacidad industrial, no se puede olvidar que por cada euro de PIB generado directamente por la industria se crea 1,14 euros adicionales de forma indirecta, y 0,47 euros más de forma inducida. Como explicó hace unos meses la consultora PwC, los efectos multiplicadores explican que la industria sea responsable del 25,8% del PIB y del 23,4% del empleo en España.
Acabar con los problemas crónicos
Reindustrializar se convierte, pues, en un objetivo insoslayable, lo que obliga a superar algunos problemas crónicos como la competitividad, los bajos incrementos de productividad originados por la baja dotación de capital humano, la insuficiente inversión tecnológica y los elevados costes de la energía, las telecomunicaciones y los recursos financieros; sin olvidar la necesidad de aumentar el volumen de las empresas y de integrarse en cadenas de valor internacionales.
Un conjunto de hechos, en definitiva, que deberían guiar la política industrial, para poner el énfasis en ofrecer un apoyo selectivo dirigido a aquellas empresas con capacidad de generar valor y afrontar los condicionantes de la internacionalización, así como facilitar el acceso a los recursos financieros, ya sea por la vía del endeudamiento o por ayudas directas o indirectas a su actividad. Una política industrial encaminada también a preservar tanto las herramientas de crecimiento y de generación de empleo, como a afrontar el problema de la balanza comercial facilitando su expansión, poniendo, para ello, especial atención en los mercados asiáticos, que actualmente muestran un mayor nivel de dinamismo y fortaleza para el incremento de su demanda interna.
CRECER, SÍ, PERO GENERANDO PUESTOS DE TRABAJO |
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HAY QUE MIRAR EL PRESENTE Y EL FUTURO con actuaciones encaminadas a potenciar tanto las empresas con una buena base exportadora -con independencia de su volumen- como aquellas con productos susceptibles de ser reconocidos y aceptados por los mercados mundiales. Retos insoslayables en cuanto a crecimiento y generación de puestos de trabajo, ya que, se mire como se mire, crecer sin empleo no es una buena noticia, ya que no aporta progreso económico al conjunto de la ciudadanía, y sin progreso colectivo, el futuro no es posible. |